Ramiro Guerra:  UN ARTISTA QUE ENTREGÓ SU ARTE A LA DANZA

Es difícil hablar de cultura y danza en nuestra isla, sin mencionar a Ramiro Guerra Suárez, bailarín, coreógrafo y director quien durante más de medio siglo ha trabajado de forma incansable para lograr que hoy podamos definir y disfrutar de una manifestación artística que brilla por sí misma y es orgullo de toda la nación.

Ramiro Guerra Suárez (La Habana, junio 29, 1922), desde joven se interesó por el ballet y en 1943 se inició en la danza con Alberto Alonso en la Escuela de Baile de la Sociedad Pro Arte Musical donde realizó algunos estrenos y formó parte de algunas producciones.

Pero casi de forma simultánea comenzó a recibir clases de ya reconocida  bailarina y profesora rusa Nina Verchinina, quien era primera figura de Les Ballets Russes del Coronel Basil y de quien adquiere nuevas técnicas que enriquecen y amplían sus capacidades como los, por aquel entonces, novedosos movimientos en el piso y muchos otros que se desconocían, o no valoraban aún, en algunas escuelas o academias de baile.

La propia Verchinina lo prepara para proyectos de mayor envergadura, y es entonces que Ramiro Guerra abandona  la Escuela de Pro Arte Musical y debuta, bajo la pupila y con la agrupación de la bailarina rusa, en el teatro América en 1946, en la danza de los bufones de la ópera La doncella de las nieves, además de interpretar Danzas eslavas, Sinfonía moderna y Vals triste.

Al poco tiempo ingresa en Les Ballets Russes del Coronel De Basil y el joven bailarín cubano logra realizar una gira por varias ciudades de Brasil  y como etapa final de ese recorrido llega a Estados Unidos en un momento vital para su madurez en el conocimiento de técnicas, estilos y renovación artística que lo hacen regresar a Cuba con ideas y conceptos más concretos.

Ya en la capital cubana suele reunirse con lo más destacado de la intelectualidad y cultura cubana del momento y se gradúa, en 1949, en la Facultad de Derecho en La Universidad de La Habana.

EL GENIO MÁS ALLÁ DEL ARTISTA


Es entonces que aquel joven ya no solo bailarín y coreógrafo, que había estudiado ballet clásico con excelentes maestros tales como Doris Humphrey, comienza a diseñar lo que es hoy nuestra danza moderna y siempre ha reconocido que en su estilo lo más influyente fueron las técnicas de la reconocida bailarina estadounidense Martha Graham, quien en la primera década del siglo pasado dejó su huella en la danza moderna a nivel mundial.

Por eso se le considera pionero de la danza moderna en Cuba, porque a finales de la década del 40 del siglo XX, Ramiro Guerra, en sus primeras publicaciones  conceptualiza nuestra danza, tras largos años de motivaciones, reflexiones y estudios que lo llevan a expresar, sobre las tablas, esa conjunción de gestualidad y comunicación que justamente en la sociedad cubana, integrada por blancos y negros, renacía como algo exquisitamente auténtico.

Incursiona e interactúa no solo con el arte danzario, sino también con el teatro y más tarde también con la televisión, y su perseverancia, sabiduría e inteligencia, llevan a Ramiro Guerra a convertirse en el guía de lo que revolucionó y se convirtió en la danza moderna en Cuba, que no sin detractores --como casi todo lo nuevo--, asentó sus bases en la multiracial cubanía tras largos años de estudios, investigaciones y trabajo sobre los escenarios.

De esta manera, con su genialidad también como director, crítico, investigador, maestro y estudioso de nuestros orígenes histórico-sociales, llega en 1957 a fundar el Conjunto Nacional de Danza Moderna -que luego tomaría el nombre de Danza Contemporánea--. En su primera etapa, sus presentaciones se hacían en la Sala El Sótano, los fines de semana.

Por esos años también imparte un cursillo de danza dentro de la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana y dirige el Teatro Experimental de la Danza creado dentro de la escuela del Ballet Alicia Alonso.

También se le reconocen sus esfuerzos como fundador del Conjunto Folklórico Nacional de Cuba a principios de 1962, como una nueva vía para encauzar todos los conocimientos que encerraba el quehacer danzario cubano y que aún no era reconocido como elemento tradicional dentro de nuestra cultura.

Más de una generación de bailarines se forjó con un estilo nuevo, capaz de expresar ý transmitir mucho más con cada movimiento que era interpretado y aceptado con agrado por un público que lo entendió y sintió identificadas sus raíces con lo que presenciaba en los escenarios. Y muchos de sus alumnos, como  Santiago Alfonso y Eduardo Rivero, entre otros, se le unieron para continuar enriqueciendo y reafirmar  la danza moderna y contemporánea como una manifestación más de la cultura cubana. Vale destacar algunos nombres como Elena Noriega, Julio Matilla, Eduardo Arrocha, Irma Obermayer, Gerardo Lastra, Isidro Rolando y Norge Espinosa, entre otros tantos.

Así se convirtió el bailarín Ramiro Guerra Suárez, con su aporte como investigador artístico y exponente de nuevas formas de expresión  en el alma de la danza moderna en Cuba, a la cual lega además de varias generaciones de valiosos bailarines, coreógrafos, críticos  y directores, una extensa y maravillosa colección de obras danzarias, y aunque entre las más conocidas o divulgadas están Medea y los negreros (1968) y  El decálogo del apocalipsis (1971), es Suite yoruba (1960), la considerada por una gran mayoría como su obra cumbre.

Otras de sus obras representativas de danza moderna:

• LLanto por Ignacio Sánchez Mejías (1954).

•Impromptu galante (1970).

•Danzas fantásticas (1957).

•Mambí (1960).

•El milagro de Anaquillé (1960).

•Chacona (1966).

•Orfeo antillano.

•Ordalías.

•Tiempo de quimera.

•Freda (2001).

Publicaciones teóricas:

•Apreciación de la danza (1968).

•Teatralización de la danza y otros ensayos (1988).

•Una metodología para la enseñanza de la danza (1989).

•Calibán danzante (1998).

•Coordenadas danzarias (2000)

•Eros baila. Danza y sexualidad (2001).

Entre los premios y distinciones recibidas, destacan:

•Medalla “Alejo Carpentier” (1984).

•Orden "Félix Varela" (1988).

•Premio Alejo Carpentier de Ensayo (2000).

•Premio Nacional de la Danza (2000).


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