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Cuando se tienen hijos, el corazón, pleno de emociones nuevas, se nos convierte en una fuente de vida que ya no cesará de emanar un amor tan especial que aún la ciencia no le ha encontrado nombre; sin embargo, cuando al pasar los años, llegan los nietos, el corazón se nos transforma en un renovado remanso de paz y alegría donde ese mismo amor comienza a vivir una segunda etapa que encierra los besos, cuentos, cuidados y sueños que la vida no nos permitió sentir en la etapa de padres.