Fidel, el hombre que siempre ocupó su lugar


SIEMPRE supo cual fue su lugar. Por eso, fue condenado a 15 años y sufrió cárcel junto a quienes lo acompañaron en el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Sufrió con ellos, primero en la cárcel de Boniato, en las afueras de Santiago de Cuba, y luego en la Prisión Modelo, de Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, y tras la amnistía, juntos marcharon a México donde se perfilaron ideas, recaudaron fondos y aumentó el grupo dispuesto a viajar a Cuba para reiniciar la lucha bajo el lema “En el 56, seremos libres o mártires”.

Pero la fortaleza de este grupo tuvo su pilar más fuerte en aquel alegato de autodefensa, con el cual un joven abogado llamado Fidel Castro, convirtió a los acusados en acusadores, juzgados en la Causa No. 37 de 1953 en el Palacio de Justicia de la Ciudad Héroe, aunque a él se le juzgara en una salita del Hospital Civil Saturnino Lora. Porque él sí tenía sus ideas claras, y expuso el porqué era necesario derrocar el sistema socio-político que regía la isla:

El problema de la tierra/ El problema de la industrialización/El problema de la vivienda/El problema del desempleo/El problema de la educación/El problema de la salud.
Entre las cuestiones principales destacaba:
- El 85% de los pequeños agricultores cubanos pagaba renta y sufría la amenaza perenne del desalojo cuando más de la mitad de las mejores tierras estaban en poder de compañías extranjeras y una gran proporción de la población era analfabeta.
- 400.000 familias del campo y la ciudad vivían hacinadas y casi dos millones y medio de la población urbana pagaba altos alquileres por las casas que ocupaban.
- El 90% de los niños del campo eran devorados por los parásitos.
- La existencia de más de un millón de desempleados.

Cuando le llegó el turno de hablar, comenzó de esta manera:
“Señores magistrados:
Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones; nunca contra un acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro, son en este caso la misma persona. Como abogado, no ha podido ni tan siquiera ver el sumario y, como acusado, hace hoy setenta y seis días que está encerrado en una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado, por encima de todas las prescripciones humanas y legales”.

También el Apóstol José Martí estuvo presente en sus palabras: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”

Para finalizar con la frase que se haría tan inmortal como él: Condenadme no importa, la Historia me Absolverá y que a partir de entonces dio nombre al histórico alegato que acababa de convertirse en el programa de la Revolución.

En un espacio de tiempo de aproximadamente dos horas de oratoria, el abogado y a la vez prisionero, Fidel Castro denunció los crímenes cometidos contra los asaltantes, explicó en detalles cómo se había planeado el ataque, denunció también los problemas sociales que gravitaban sobre Cuba, y haciendo destacar el pensamiento martiano y las páginas gloriosas de la Historia de Cuba, daba a conocer las medidas a tomar tras el triunfo de una Revolución que se haría con los humildes, por los humildes y para los humildes, como ratificó pocos días después del 1 de enero de 1959.

Hizo Historia. El mundo entero lo sabe, los prematuros de mente le odiaban a muerte, pero su moral fue su chaleco antibalas: más 600 intentos de atentados se fraguaron contra su `persona, pero quizás por eso murió de viejo, en su casa, en su Patria y sus restos descansan muy cerca al Mausoleo del Apóstol, allí, bajos las palmas santiagueras, que junto a la bandera, a la salida del sol, parecen decir: “A la orden Comandante en Jefe”.





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