Historias para seguir a una estrella

Fidel, siempre pensé que me sería difícil y doloroso reconocer tu ausencia física, han pasado dos años y es casi imposible aceptar la realidad de la vida… no imaginaba siquiera cómo hacer para que el dolor no nublara mis sentimientos pero siento que hoy más que nunca, te sigo, te apoyo, continúo tras la estela de tu estrella como en aquellos discursos o desfiles, o en aquellas Marchas por la Liberación de los Cinco Héroes o el niño Elián.

Tampoco podía calcular cuántas páginas con tu nombre y tu obra, lleva ahora, con orgullo, la Historia de nuestra Patria, la misma de Martí, de Maceo, del joven Julio Antonio Mella; la historia de una isla a cuyas costas llegó, hace ya mucho tiempo, un dañado yate Granma cargado de esperanza y futuro para toda una nación.

Son muchas las páginas que, dentro de unos años, mis nietos podrán leer sobre ti, ahora por su corta edad,  solo te reconocen como lo hacen con Martí y el Che, pero presiento que podré  contarles muchas historias cuando puedan comprender que más de 600 intentos no pudieron acabar con tu vida sin ser superman y que siendo un joven de padre adinerado, te preocupaste del infortunio de los más desposeídos, defendiendo siempre a los campesinos.

Fidel, seguro que a mis nietos les agradará saber que siempre te gustó el deporte: el baloncesto y el béisbol, que también nadabas en el río allá en Birán, tu pueblo natal y luego practicabas la natación en el mar… quizás ideando cómo engrandecer y sacar de las profundidades el gran potencial deportivo que exhibe hoy Cuba a nivel mundial.

Me dedicaré a contarles que desde siempre leíste a Martí, “el hombre de la Edad de Oro”, que escribió también textos que enseñaban de dignidad, de fuerza, de la fuerte voluntad de luchar siempre contra el invasor, todos unidos, y dejarse la vida en el intento de ser libre, porque es muy hermoso ver ondear, al compás del aire, la bandera de la estrella solitaria, de una manera majestuosa, soberana, pero con respeto… como ella sola sabe hacerlo.

Les contaré que con tu empeño, toda una nación, es decir, muchas, muchas... pero muchas personas, en tan solo un año, aprendieron a salir del  abismo de la incultura, y conocieron como dijera el Indio Naborí  “un alba de letras y números..”. Porque hace muchos años, cuando sus abuelos nacieron, algo que parece tan fácil hoy, el derecho al conocimiento, estaba al alcance de unos pocos. Y que fue allí, en esa gran Plaza donde se encuentra la estatua de José Martí --que ya ellos reconocen--, se reunieron cientos de miles de cubanos, de todas las provincias para aclamarte por haber puesto en sus manos el arma más valiosa de un ser humano: el saber.

Podré explicarle cómo los niños poco a poco dejaron de enfermarse y tener las barrigas infladas y los ojos tristes, que también los abuelitos de todos los cubanos tuvieron médicos que los cuidaran a cambio de una sonrisa, y no a cambio de dinero. Y que fueron tantos los médicos que llegamos a tener, que otra de tus geniales ideas Fidel, fue la de crear las Brigadas Médicas, que atienden a niños y adultos por medio mundo, en países donde, a pesar de haber riquezas, todavía son miles los que nunca en su vida han visto un médico, y por supuesto, niños igual que ellos, nunca recibieron las vacunas que han hecho de su infancia una felicidad mayor.

Y aunque lo estudien en su escuela, entre mis historias favoritas para mis nietos, estarán tus viajes a otros países, de todos los continentes, desde el lejano y glorioso Vietnam pasando por algunas naciones europeas, la India, Latinoamérica, Rusia cuando se llamaba Unión Soviética, hasta lo más profundo de África donde viven gran parte de los ancestros de todo los cubanos; y que hombres inmensos como Nelson Mandela, Agostino Neto, Hugo Chávez, y muchos otros, te quisieron y respetaron.

Que también te quisieron personas sencillas, hombres y mujeres trabajadores del mundo entero que conocieron tu valía del Moncada, la Sierra Maestra y el haber hecho una Revolución con todos y para el bien de todos… como habías aprendido leyendo las obras de nuestro Martí.

Sabrán que hombres de las artes como el pintor y escultor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, el novelista Gabriel García Márquez, que nació en Colombia,  el brasileño  Frei Betto o el franco hispano Ignacio Ramonet, entre otros, te conocieron muy bien y pudieron escribir sobre tu vida, libros que guardo precisamente, para que ellos, mis nietos lo puedan leer junto con el amor que esta familia siente por ti.

Historia especial será la de  cómo te aclamaron en la ONU, ese edificio grande que hay en Nueva York, donde se reúnen presidentes y diplomáticos del mundo entero; la primera vez que fuiste y estuviste en un barrio que se Harlem, y por qué te aplaudieron tanto cada una de las veces que fuiste allí: sobre todo porque hablaste, y muchísimo, sobre las malas formas en que viven muchos niños y sus papás, en decenas de países de todos los continentes, incluidos los propios Estados Unidos.

Larga será la historia que tendré que explicarles sobre esa gran nación que siempre nos ha acechado y que nuestro Apóstol la llamó “el Norte revuelto y brutal” y sobre la mala fé de sus gobiernos que provocan que unos hombres peleen con otros, con lo cual unos pocos  tienen mucho dinero, y otra gran parte no tiene nada,  que muchos niños van a la escuela, ni tienen juguetes, ni tienen muchas veces un sitio donde dormir o tomar agua.

Sé que son cosas difíciles de explicar a un niño pequeño, pero a medida que  vayan creciendo, aunque lo estudien en la escuela,  yo les haré más de una historia, más de una noche antes de dormir le narraré cosas lindas como las victorias de los cubanos en béisbol, en boxeo, en voleibol, en atletismo… en unas competencias muy importantes que se llaman Juegos Olímpicos, y que gracias a ti, los cubanos han ganado muchas medallas.

Poco a poco, aunque lo aprendan en la escuela, a medida que puedan comprender, yo contaré a mi nietos porque hoy a Cuba se le nombra y respeta en el mundo entero por ser digna, por tener un Fidel, hombre valiente, guía de una nación solidaria, que siempre comparte lo poco que tiene con los que no tienen nada, y así, poco a poco, con esas historias, yo como abuela cubana, les enseñaré a mis nietos a seguir la luz que nos dejó tu estrella.



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